La sustentabilidad en la agricultura se ha convertido en un tema de gran importancia en todo el mundo, ya que es esencial para garantizar la seguridad alimentaria y el bienestar económico de las comunidades agrícolas a largo plazo. Sin embargo, lograr esa sustentabilidad es un gran reto.
Primero, nos encontramos con el uso excesivo de fertilizantes y pesticidas químicos. El mal uso de estos agroinsumos contamina el suelo, el aire y el agua, también genera efectos negativos en la salud humana (principalmente en los productores, pero de igual forma en el consumidor) y la biodiversidad.
Por otro lado, la producción excesiva de alimentos y la falta de rotación de cultivos pueden agotar los nutrientes y erosionar el suelo, representando una barrera enorme para la producción de alimentos en el futuro y la subsistencia de productores.
¿Sabías que el maíz, arroz y trigo representan el 90% del uso de tierra que ocupa el cultivo de cereales?
Muy en línea y derivado de lo anterior, se encuentra el cambio climático. El cambio climático es consecuencia de muchos factores (entre ellos la agricultura industrializada) y al mismo tiempo afecta a la agricultura de muchas maneras: incluyendo el aumento de las temperaturas, la disminución de las precipitaciones y la aparición de fenómenos climáticos extremos como sequías e inundaciones de forma más frecuente.
Si continuamos utilizando las mismas prácticas agrícolas no-sustentables, estamos “echando más leña al fuego” (casi literalmente).
Pero el cambio de prácticas agrícolas a unas más sustentables no es fácil y menos aún dada la falta de acceso a tecnologías y recursos financieros, así como la falta de capacitación y educación que sufren los productores en México y en la mayor parte del mundo.
Además, el cambio no es inmediato, lo que se convierte en una barrera adicional para el productor que ciclo tras ciclo depende de su cosecha. Para abordar estos retos, se necesitan soluciones holísticas a largo plazo, que involucren a los agricultores como foco y beneficiario principal, a las empresas y a los gobiernos como entes cooperadores, y al mismo consumidor.
Esto incluye la promoción de prácticas agrícolas sustentables y regenerativas, el fomento de la investigación y el desarrollo de tecnologías más eficientes y la inversión en infraestructura y recursos para apoyar la producción sustentable de alimentos.
En conclusión, lograr la sustentabilidad en la agricultura es un desafío que debemos abordar de manera urgente y colaborativa para garantizar el bienestar y la prosperidad de las comunidades agrícolas y la seguridad alimentaria en todo el mundo.